sábado, 28 de mayo de 2016

Tópicos

De niños nos han enseñado unos principios: no solo nos enseñan a distinguir lo que está bien y lo que está mal, nos han enseñado que debemos comportarnos, seguir ciertos estereotipos (“por nuestro bien”, nos decían). Y pienso que lo que hacían era moldearnos a su antojo, haciéndonos creer lo que es “correcto” para ellos.

Luego, cuando crecemos, nos damos cuenta de que podemos tomar nuestras propias decisiones, decidir qué hacer y qué no. Salimos de esa burbuja en la que nos metieron y empezamos de nuevo nuestro propio camino, con nuestros ideales, sí, pero también tomamos algunas de las cosas que nos inculcaron. Filtramos lo que queremos, lo que creemos que es “correcto” (quizá por eso nos dicen que la adolescencia es la peor etapa, porque somos rebeldes).

Cuando maduramos, todavía no somos capaces de distinguir lo “correcto”, porque es imposible que todos pensemos del mismo modo, pero seguimos cada uno aferrándonos a nuestros ideales. En cierto modo, este proceso es una espiral, un círculo, el pez que se muerde la cola, llamémoslo ‘X’. Pues siempre volvemos a caer en aquello que evitamos, en lo que nos hicieron a nosotros: constantemente estamos pendientes de convencer a todo el mundo con lo que creemos “correcto”, aun sabiendo que cada uno tiene su opinión y sus principios.

Llegados a este punto, ¿de verdad estamos siempre en lo cierto? ¿Qué es eso que llamamos “correcto”? ¿Acaso no será simplemente un tópico? Todos tenemos nuestra propia opinión, de modo que siempre será imposible convencer a alguien que piensa en otras cosas.

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